Las heladas constituyen uno de los principales desafíos para la agricultura, especialmente en regiones propensas a descensos bruscos de temperatura. Este fenómeno ocurre cuando la temperatura desciende por debajo de 0°C, y la tierra no puede proporcionar suficiente calor para contrarrestar la caída térmica nocturna. Las consecuencias son devastadoras para los cultivos, ya que el agua contenida en las estructuras celulares de las plantas se congela, causando daños severos en los tejidos, similares a quemaduras.
En este artículo, exploraremos las causas y comportamientos de las heladas, los tipos existentes, y las estrategias pasivas y activas para mitigar sus efectos.
El Comportamiento de las Heladas
El comportamiento de las heladas está influenciado por la topografía del terreno. El aire frío, más denso que el aire caliente, fluye como un fluido hacia las zonas más bajas, acumulándose en laderas, quebradas y depresiones. Estas áreas son particularmente vulnerables dentro de un mismo terreno agrícola.
Existen dos tipos principales de heladas: radiativas y polares. Ambos tipos tienen características y condiciones específicas que determinan su impacto y las estrategias necesarias para controlarlas.
Tipos de Heladas
1. Heladas Radiativas
Las heladas radiativas son las más comunes y menos severas. Se originan cuando el suelo pierde calor por radiación hacia la atmósfera, especialmente durante noches despejadas, con baja humedad y sin viento. En estas condiciones, se forma una capa de inversión térmica entre los 10 y 20 metros de altura.
En una inversión térmica, la temperatura aumenta con la altitud, contrario a lo habitual. Esto genera una “bolsa” de aire más caliente sobre la superficie, proporcionando cierta protección térmica.
Factores como la lluvia previa también pueden contribuir a este tipo de heladas, ya que el calor latente liberado durante la evaporación eleva la temperatura superficial.
2. Heladas Polares
Más infrecuentes pero devastadoras, las heladas polares ocurren cuando masas de aire frío o polares, generalmente transportadas por el anticiclón del océano Pacífico Sur, invaden amplias extensiones de terreno. Estas heladas no presentan capa de inversión térmica y son difíciles de combatir.
El último evento significativo en Chile, ocurrido en 2013, resultó en pérdidas estimadas en 823 millones de dólares, afectando tres regiones completas.
Estrategias de Control de Heladas
Controlar las heladas implica mitigar la caída de temperatura para proteger los cultivos. Las técnicas se dividen en controles pasivos, que se implementan antes de las heladas, y controles activos, que actúan durante el evento.
Controles Pasivos
Estas medidas preventivas son económicas y eficaces para minimizar el impacto de las heladas:
a. Uso de Pendientes
Plantar cultivos sensibles, como paltos o cítricos, en laderas con exposición norte es común en regiones agrícolas. Estas pendientes reciben más horas de sol, calentándose durante el día y permitiendo un fenómeno conocido como “deriva catabática”, donde el aire frío desciende por las laderas, alejándose de los cultivos.
b. Drenaje de Aire Frío
Eliminar obstáculos y nivelar terrenos para desviar el aire frío hacia drenajes naturales ayuda a evitar su acumulación en las plantaciones. Las mallas cortavientos también son efectivas para detener la entrada de aire frío en zonas altas o facilitar su flujo en áreas bajas.
c. Manejo del Suelo
Mantener el suelo desnudo, firme y húmedo aumenta su capacidad de absorber y liberar calor. La cobertura vegetal entre las hileras de árboles debe evitarse, ya que impide la absorción de calor solar.
Controles Activos
Los controles activos requieren inversión, pero son efectivos en la protección de cultivos durante heladas:
a. Aspersión
Este método consiste en rociar agua sobre las plantas para formar una capa de hielo líquido, que actúa como aislante térmico. Aunque costoso en su instalación, es eficiente en términos de energía.
b. Calefactores
Los calefactores generan calor por radiación, pero requieren gran cantidad de combustible. Son eficaces, pero su alto costo limita su uso.
c. Ventiladores antiheladas
Los ventiladores, también llamados máquinas de viento, son la tecnología predominante para combatir las heladas en frutales. Estas torres, de aproximadamente 10 metros de altura, poseen hélices inclinadas accionadas por motores industriales que recirculan el aire más cálido de la capa de inversión térmica, retrasando el enfriamiento.
Ventiladores antiheladas: Una Solución Predominante
Los ventiladores protegen entre 6 y 7 hectáreas, aunque su efectividad depende de factores como la especie y edad de los cultivos, la topografía y la temperatura de la capa de inversión térmica. Los huertos más densos y altos reducen la eficacia de las máquinas, al igual que una inversión térmica débil.
Algunos ventiladores modernos están equipados con sensores que detectan automáticamente la temperatura a diferentes alturas, optimizando su operación.
Para las heladas polares, donde la inversión térmica no existe, se pueden utilizar calefactores centrales junto a los ventiladores. Esta combinación eleva la temperatura en hasta 4°C, aunque reduce la cobertura del ventilador al hacer más liviano el aire caliente.
Impacto del Ruido de las Máquinas de Viento
El ruido generado por las máquinas de viento es un tema de preocupación en áreas rurales. En Chile, la normativa establece un límite de 50 decibeles en horario nocturno, equivalente al ruido de una oficina tranquila. Para reducir el impacto acústico, se han desarrollado hélices multi-aspas que giran a menor velocidad, disminuyendo el ruido y el consumo de combustible.
Las heladas representan un desafío significativo para la agricultura, pero con estrategias adecuadas es posible mitigar sus efectos y proteger los cultivos. Las medidas pasivas, como el manejo del suelo y la elección de pendientes, son esenciales para reducir riesgos. Por otro lado, los controles activos, como los ventiladores y aspersores, ofrecen soluciones efectivas aunque con costos más elevados.
La inversión en tecnologías modernas, como ventiladores equipados con sensores, y la adaptación de prácticas agrícolas según las características de las heladas en cada región, son claves para minimizar las pérdidas económicas y garantizar la sostenibilidad del sector agrícola.