¿Alguna vez se han preguntado cuál era la vegetación que existía en los tiempos de los dinosaurios? ¿Era igual que la de nuestro tiempo o era muy diferente? También podríamos preguntarnos, por ejemplo, cuándo comenzaron a poblar la tierra las plantas o cómo eran esos primeros pobladores verdes, si es que eran verdes. Pues bien, estas y otras preguntas me gustaría comenzar a contestar en este y otros artículos; y si tengo suerte, al mismo tiempo que se esbocen las respuestas, otras interrogantes les surgirán, porque eso es lo interesante, siempre plantearse nuevas preguntas.
Entonces, para poder responder las preguntas del párrafo anterior primero se debe aclarar cómo es que tenemos información sobre la vegetación del pasado. Ocurre que las plantas que vivieron en el pasado, al igual que los animales, dejan restos fósiles y es a partir de su estudio que nos podemos asomar a la realidad de las comunidades de plantas que habitaron la tierra en el tiempo geológico o tiempo profundo, como nos gusta llamarlo a los paleontólogos (es decir, las personas que nos dedicamos al estudio de los fósiles). Tan profundo es ese tiempo que se nos hace difícil comprenderlo. Realmente, si ya se nos hace un poco complicado entender cómo era la sociedad humana hace 400 o 500 años, pensar en cómo era la vida en el planeta hace 1, 10 o 100 millones de años es poner a trabajar a nuestra imaginación al límite.
Antes que nada, se impone una definición formal de fósil: un fósil es todo resto de organismo o de su actividad que tenga una edad mínima de 10 mil años. Los procesos por los cuales un organismo viviente se transforma en un resto fósil no es algo muy común. Lo que ocurre normalmente en la naturaleza es que luego de la muerte de los animales y plantas sus componentes se reciclan para formar parte de otros seres, completando, de esta manera, un gran ciclo de la vida. Para que un organismo se fosilice deben ocurrir procesos especiales que permitan su preservación. Por ejemplo, debe suceder un enterramiento rápido, en un ambiente donde la energía no destruya los componentes y que los microorganismos desintegradores no puedan actuar. Cuando se da este tipo de situación, entonces ocurre el milagro de la fosilización y si, además, posteriormente es hallado por algún paleontólogo que lo estudie ¡EUREKA!, tendremos una especie de máquina del tiempo que nos permite transportarnos con nuestra mente a la vida en el pasado
Continuando con las plantas, los restos fósiles vegetales son diversos, pero se pueden mencionar tres tipos básicos:
1. Cuando una planta se hace piedra. Esta forma de fosilización se llama petrificación o permineralización (Fig. 1). Ocurre cuando hay una sustitución lenta de la materia orgánica original que componía la planta por un mineral, por ejemplo sílice. Este proceso se lleva a cabo debido a que la muerte de la planta ocurre en aguas ricas en sales minerales y el resultado es una excelente preservación, hasta tal punto, que es posible observar al microscopio los tejidos internos a través de cortes muy delgados, con el mismo detalle como si hubieran sido obtenidos de ejemplares vivos. Lo que se encuentra más comúnmente como petrificación son troncos, pero también se han hallado piñas petrificadas, por ejemplo, en el bosque petrificado de Santa Cruz, Argentina. En el Uruguay se pueden encontrar troncos petrificados en los departamentos de Salto, Rivera y Cerro Largo.
2. Como fotocopias. Otra forma en la que se preservan los fósiles vegetales es en forma de impresión o impronta (Fig. 2). En estos restos quedan preservadas las estructuras externas, por eso parece como si se hubiera hecho una fotocopia o impresión de una parte de la planta. Ocurre cuando, por ejemplo una hoja cae en el agua y es sepultada rápidamente por partículas finas. Fundamentalmente se encuentran hojas, tallos finos y más excepcionalmente estructuras más delicadas como flores. En muchos casos, se pueden observar algunas estructuras como la venación de las hojas que nos brindan mucha información extra. En nuestro país, por ejemplo, se han hallado restos de impresiones de hojas de una edad aproximada de 290 millones de años en el departamento de Cerro Largo.
3. Lo invisible a los ojos. Uno grupo de fósiles que me resultan más fascinante (será por eso que me dedico a su estudio) lo constituyen los restos que no son posibles de observar a simple vista. Efectivamente, hay órganos que las plantas producen que son microscópicos como los granos de polen y las esporas. (Fig. 3). Aunque parezca mentira estas estructuras tiene paredes muy resistentes y por lo tanto pueden quedar preservados en rocas muy antiguas; además, tienen una característica que las hace muy útiles ya que como cada tipo de planta produce un tipo de grano de polen o espera, funcionan como las huellas digitales, es decir, aunque no se encuentre otras partes de la planta, si se encuentra el polen se puede afirmar que la planta vivió en ese lugar y en ese tiempo, y de esta forma, se puede reconstruir la vegetación, hacer inferencias del ambiente y el clima de una región en un determinado tiempo. Obviamente, como no se ven, para estudiar estos microfósiles se debe extraer una muestra de roca y a través de un procedimiento en el laboratorio se obtiene el material que se observa al microscopio. En Uruguay se han encontrado esporas y granos de polen es rocas de diversas edades, algunas de ellas tienen 400 millones de años.
Para terminar, espero que haya podido despertar vuestra curiosidad en relación a cómo se pueden estudiar las plantas terrestres que habitaron nuestro planeta en el pasado; en próximas entregas pretendo ir contando cómo surgieron hace 430 millones de años y cuál fue su historia evolutiva hasta llegar hasta nuestros día.