En un escenario global cada vez más marcado por los efectos del cambio climático, la necesidad de encontrar soluciones sostenibles y eficientes para garantizar la seguridad alimentaria se ha convertido en un desafío urgente. En este contexto, la inteligencia artificial (IA) emerge como una herramienta clave que puede transformar la agricultura, optimizando los procesos y mejorando la sostenibilidad. Sin embargo, su implementación debe estar acompañada de un desarrollo ético que permita mitigar sus posibles externalidades negativas, como advierte el ensayista y ex secretario de Estado español, José María Lassalle.
La IA como aliada en la transformación agrícola
José María Lassalle, reconocido ensayista y experto en temas de política y tecnología, destacó la importancia de la inteligencia artificial en la agricultura durante su exposición en el Congreso Futuro 2025, realizado en Valparaíso, Chile. En su intervención, Lassalle subrayó que la IA tiene el potencial de llevar la agricultura hacia un nuevo estándar, ofreciendo soluciones innovadoras para enfrentar los desafíos actuales, como el cambio climático y la creciente demanda de alimentos.
“La inteligencia artificial es una fuente de poder imprescindible para el desarrollo de nuevos modelos de prosperidad, pero debemos empoderar al ser humano para no ser víctimas de su utilización”, afirmó Lassalle, resaltando la necesidad de que la tecnología siempre esté subordinada a las personas. Su reflexión apunta a que, si bien la IA tiene un enorme potencial, su desarrollo debe ser cuidadosamente gestionado para evitar que se convierta en una herramienta que suplante al ser humano o, peor aún, que lo lleve a la obsolescencia.
En el contexto agrícola, la inteligencia artificial se presenta como una herramienta capaz de optimizar la producción de alimentos de manera eficiente y sostenible. A través de la sensorización de los modelos de cultivo, la IA puede controlar los recursos hídricos, evaluar la calidad de la tierra, detectar plagas y enfermedades, y generar cultivos sostenibles según el entorno de los ecosistemas. Estos avances pueden marcar una diferencia significativa en la manera en que se producen los alimentos, permitiendo a los agricultores tomar decisiones más informadas y reducir el impacto ambiental de sus actividades.
Seguridad alimentaria: Un desafío global
Uno de los aspectos más destacados por Lassalle es la capacidad de la IA para contribuir a la seguridad alimentaria, un área que se enfrenta a desafíos cada vez mayores debido al cambio climático, el crecimiento de la población y la presión sobre los recursos naturales. La IA, según Lassalle, puede desempeñar un papel crucial en la trazabilidad de los productos agrícolas, desde la producción hasta la comercialización. A través de la gestión especializada de la información, la IA permite rastrear cada eslabón de la cadena alimentaria, asegurando que los alimentos lleguen al consumidor de manera segura y eficiente.
“La seguridad alimentaria es uno de los ámbitos donde la inteligencia artificial tiene una gran capacidad de acción”, señaló Lassalle. Gracias a su capacidad para gestionar grandes volúmenes de datos, la IA no solo ayuda a optimizar los procesos agrícolas, sino que también facilita la predicción de cosechas, la gestión de recursos y la planificación a largo plazo. En un contexto de incertidumbre climática, contar con herramientas que permitan anticiparse a los problemas y tomar decisiones más precisas es fundamental para garantizar un suministro constante de alimentos.
Los retos de la IA en el sector agrícola
A pesar de los beneficios que la IA puede traer al sector agrícola, Lassalle también advirtió sobre los desafíos asociados a su implementación. Uno de los principales problemas radica en el impacto ambiental de la tecnología, específicamente en su huella de carbono. El entrenamiento y uso de la inteligencia artificial requieren un elevado consumo energético, lo que puede generar consecuencias negativas para el medio ambiente.
“La IA tiene un problema relacionado con su impacto en la huella de carbono. El entrenamiento y uso de inteligencia artificial requieren un elevado consumo energético, lo que tiene consecuencias ambientales que pueden afectar la seguridad alimentaria”, explicó Lassalle. Es por esto que, en su opinión, es fundamental que el desarrollo de la inteligencia artificial vaya acompañado de un enfoque ético que permita abordar estos problemas y mitigar su impacto negativo en el medio ambiente.
La implementación de la IA en la Región de Valparaíso
En el contexto de la agricultura chilena, específicamente en la Región de Valparaíso, la inteligencia artificial ya está siendo aplicada con éxito en el sector frutícola. Marcela Carrillo, gerente del Programa Transforma Fruticultura Sustentable de Valparaíso (Perfruts), destacó la importancia de la IA para mejorar la eficiencia en la producción de alimentos y, al mismo tiempo, reducir el impacto ambiental de las actividades agrícolas.
“La aplicación de la inteligencia artificial en el agro no sólo permite aumentar la eficiencia en la producción de alimentos, sino también contar con datos más precisos y proyecciones a largo plazo para minimizar el impacto ambiental”, señaló Carrillo. En tiempos de crisis climática, contar con tecnologías que permitan gestionar de manera más eficiente los recursos naturales es esencial para garantizar la sostenibilidad de la producción agrícola.
Gracias a la IA, los agricultores de la Región de Valparaíso pueden contar con herramientas que les permiten gestionar todo el ciclo de vida de los alimentos, desde la siembra hasta la cosecha y comercialización. La tecnología permite supervisar en tiempo real el estado de los cultivos, identificar posibles problemas y tomar decisiones rápidas para optimizar la producción. De esta manera, la IA contribuye a la creación de un sistema agrícola más resiliente, capaz de adaptarse a los cambios del entorno y hacer frente a los desafíos que plantea el cambio climático.
La inteligencia artificial y la cultura agrícola
A pesar de los avances que la inteligencia artificial puede aportar a la agricultura, Marcela Carrillo subrayó que el verdadero valor de la agricultura radica en la cultura del campo y en el conocimiento ancestral que los agricultores han transmitido de generación en generación. La IA puede automatizar muchos procesos predecibles y modelables, pero no puede reemplazar la experiencia humana, la inteligencia natural ni la conexión única de los agricultores con la tierra.
“La inteligencia artificial tiene la capacidad de automatizar procesos que son predecibles y modelables, lo cual puede aumentar la eficiencia y optimizar la producción. Sin embargo, el verdadero valor en la agricultura radica en la cultura del campo, en aquello que hace único a cada alimento: la experiencia humana, la inteligencia natural y el conocimiento ancestral que aportan los agricultores”, explicó Carrillo.
En este sentido, la IA debe ser vista como una herramienta complementaria que potencie la capacidad humana en lugar de reemplazarla. La tecnología debe servir para mejorar los procesos agrícolas, pero siempre respetando y fortaleciendo el conocimiento y la cultura que hacen única a cada región y a cada producto agrícola. Es este equilibrio entre la tecnología y la tradición lo que puede llevar a la agricultura hacia un futuro más sostenible y adaptado a los desafíos del siglo XXI.
La inteligencia artificial tiene el potencial de revolucionar la agricultura, transformándola en un sector más eficiente, sostenible y resiliente. Sin embargo, su implementación debe ser cuidadosamente gestionada, con un enfoque ético que permita mitigar sus posibles impactos negativos, como su huella de carbono. Además, es fundamental que la IA se utilice como una herramienta complementaria que potencie el conocimiento humano y la cultura agrícola, respetando las tradiciones y los saberes ancestrales que han sido transmitidos por generaciones.
En este contexto, tanto el ex secretario de Estado español, José María Lassalle, como la gerente del Programa Transforma Fruticultura Sustentable de Valparaíso, Marcela Carrillo, coinciden en que la inteligencia artificial puede ser una aliada fundamental en la búsqueda de soluciones para los desafíos globales que plantea el cambio climático. Sin embargo, para que la IA sea una herramienta realmente transformadora, debe ser utilizada de manera responsable, ética y respetuosa con las personas y el medio ambiente. Solo así podrá contribuir a garantizar la seguridad alimentaria y la sostenibilidad en el futuro.